La temporada del Real Valladolid se torna más grotesca y surrealista con cada jornada que pasa. En la última, los vallisoletanos añadieron otro ridículo a la interminable lista al perder en Zorrilla por 0-4 ante el Getafe y donde tuvo lugar la imagen de la jornada cuando las cámaras de televisión captaron una pelea entre Juanmi Latasa y Luis Pérez, terminando con este último expulsado del banquillo tras dejar una de las estampas más lamentables que recuerdan los aficionados pucelanos.
Con una plantilla hecha añicos y años luz del nivel que requiere la Primera División, un entrenador sin experiencia y devorado por la situación del club y una dirección deportiva que ha errado en prácticamente todas y cada una de las decisiones que ha tomado, solo queda mirar al palco y analizar la gestión de un único nombre: Ronaldo Nazario.
Actualmente, y después de seis años y medio de presidencia, «O ‘Fenómeno» va camino de su tercer descenso como máximo accionario, a lo que se suma un equipo en absolutas ruinas y una afición hastiada que exige su salida inmediata de la entidad. Algo totalmente inimaginable cuando el brasileño aterrizo a orillas del Pisuerga el 3 de septiembre de 2018, ante la atenta mirada de todo el «mundo fútbol» y la esperanza de toda una ciudad de, de una vez por todas, devolver al Real Valladolid el estatus que se merece tras casi 20 años sin pena ni gloria bajo el mandato de Carlos Suárez.
Sus primeras palabras como «presi» fueron las siguientes: «Esta nueva gestión estará definida por cuatro palabras: competitividad, transparencia, revolución y social. Quiero que todos formemos parte del club. Invito a la afición a que participe en este proyecto». La hemeroteca, como es habitual, desmiente todas y cada una de las promesas de Ronaldo.
Sin embargo, las críticas a su gestión tardaron en llegar. En sus dos primeras temporadas, el Pucela demostró una buena progresión, tras quedar 16º en la 18/19 y 13º en la 19/20, ambas con Sergio González en el banquillo y Miguel Ángel Gómez en la dirección deportiva. En el plano extradeportivo, las cosas también marchaban viento en popa.
La deuda económica que arrastraba el club desde finales del siglo había ido reduciéndose paulatinamente, pasando de 30 millones en el momento de llegada de Nazario a solo 4 en 2022. Además, el brasileño acometió una reforma en el estadio, eliminando el característico foso de Zorrilla y presentó el acuerdo de unión con el club de baloncesto de la ciudad, que pasaría a llamarse entonces Real Valladolid Baloncesto.
No obstante, todo aquello que parecía idílico comenzó a torcerse en la temporada 20/21. La afición comenzó sus reproches al presidente a causa de la decisión de mantener a Sergio González durante toda la campaña a pesar de los malos resultados. Finalmente, los peores presagios se cumplieron y el equipo consumó su primer descenso con Ronaldo al mando. Sin embargo, el equipo se hizo fuerte y pudo mantener gran parte de su bloque en Segunda, donde, liderados ya con Pacheta en el banquillo, las aguas se calmaron y el ascenso se consumó en la última jornada liguera, justo un año después de bajar.
Cuando la ilusión volvía a la afición pucelana, ese verano, el brasileño presentó dos importantes proyectos: la creación de la ciudad deportiva y el cambio de escudo del Real Valladolid. Cambio que llegó por sorpresa y sin consultar a los socios, decisión que enfureció a gran parte de los seguidores castellanos, quienes no tardaron en hacer público su descontento a través de diversas protestas.
Las tensiones fueron creciendo con el paso de las jornadas y terminó desembocando en la destitución del técnico burgalés a falta de poco más de diez partidos para el final de la campaña. La llegada del nuevo míster, Paolo Pezzolano, no cambió la tendencia perdedora del cuadro y un nuevo descenso, todavía más doloroso que el anterior, fue completado por el Pucela.
La relación afición-presidente pareció alcanzar un punto de no retorno cuando este último calificó a los fans de «radicales» en la rueda de prensa que concedió tras bajar a Segunda y tomó la decisión de mantener a Pezzolano a pesar de tener a todo Zorrilla en su contra. La temporada se volvió todavía más complicada con el despido del director deportivo, Fran Sánchez, a solo 11 días de comenzar la temporada.
Con una afición dividida, un equipo que parecía no arrancar y todo esto en un clima cargado de reproches por la gestión de la entidad, el técnico uruguayo y, por supuesto, el escudo. De una manera casi inverosímil, la plantilla se aisló de las tensiones y con una impresionante racha final, aseguró su presencia en Primera con un triunfo sobre la bocina ante el Villarreal B. Ronaldo igualaba su balanza de ascensos y descensos y ratificaba a su entrenador y su estancia como propietario y cedía a las presiones de la hinchada, revirtiendo el cambio de escudo solo dos años después de acometerlo.
Llegamos por fin a este curso, el 24/25, y, si prestamos atención a los movimientos del club desde pretemporada, era fácil adivinar el triste destino que le esperaba. Comenzando por la dirección deportiva capitaneada por un errático Domingo Catoira, que reforzó el equipo sin casi inversión y a base de cesiones que han resultado fallidas y, por otro lado, se deshizo de dos de los pilares de la plantilla en las ventas de Monchu y Boyomo, este último a escasas horas del cierre de mercado, dejando herido de muerte al conjunto blanquivioleta.
El broche a su bochornosa gestión llegó con la marcha de Juma Bah, central sierraleonés, que, tras despuntar en sus primeros duelos con la elástica pucelana, estaba decidido a salir en invierno por una cantidad cercana a los 15 millones de euros. Sin embargo, un error en su contrato le permitió abandonar Zorrilla de manera unilateral y sin dejar dinero en las arcas del club. Una mancha más del famoso “legado” de Ronaldo.
El fútbol muchas veces es más sencillo de lo que parece y si tienes una plantilla más propia de Segunda que de Primera, lo lógico es que te vayas al hoyo más pronto que tarde. El primero en caer fue Pezzolano, que, con un balance de dos victorias en 15 partidos, fue sustituido por un Diego Cocca que a los ocho partidos siguió el camino de su homólogo uruguayo. Como interino y hasta final de temporada, se ha establecido a un Álvaro Rubio que aún no sabe lo que es ganar en sus primeros diez partidos.
Diferentes secciones rotas
No obstante, las decepciones no han llegado solo en el plano deportivo y es que, el club vallisoletano ha roto relaciones tanto con el equipo de baloncesto como con su sección femenina de fútbol. En el primer caso, la colaboración ha durado cinco años y con cada temporada, la inversión y el interés en la sección ha ido disminuyendo. Lejos de alcanzar la ACB, el Real Valladolid Baloncesto está más cerca de bajar a la Segunda FEB.
En el caso del Real Valladolid Simancas, el proyecto se ha mantenido por tres campañas y el más que posible ascenso de las castellanas a Tercera RFEF suponía una mayor inversión económica, algo a lo que el presidente no estaba dispuesto y ha optado por cortar relaciones con la entidad simanquina. También cabe destacar que la famosa ciudad deportiva, anunciada allá por 2022, sigue sin tener por el momento ni un ladrillo construido y no se espera que la obra comience pronto.
Esta es la situación actual del equipo, un barco a la deriva llamado Real Valladolid, que encadena ridículo tras ridículo y suma la paupérrima cifra de 16 puntos en 30 jornadas y tiene más que asumido su nuevo descenso, el tercero en seis años de la era Ronaldo. El balance es claro y los datos están ahí: el fracaso del brasileño es más que estrepitoso y lo mejor para todos sería un cambio de propietarios en el Real Valladolid.
El presente es duro, pero, como se canta por Zorrilla: Pasan los años, pasa la gente, jugadores y dirigentes, y nosotros, aquí presentes, te animamos hasta la muerte. Aunque el equipo se hunda, el Real Valladolid es y será siempre lo mismo: su gente.